miércoles, 12 de enero de 2022

Mindfulness en la vida cotidiana.

Donde quiera que vayas, ahí estás.

Mindfulness es un libro escrito por Jon Kabat-Zinn que explica cómo esta técnica puede ayudarnos a mejorar nuestra vida. El mindfulness, o atención plena, es una antigua práctica de meditación budista que consiste en prestar atención al momento presente de forma deliberada y sin juzgar.

Normalmente, nos dejamos arrastrar por la rutina y los impulsos, estamos pensando casi todo el tiempo, y tenemos poco descanso para experimentar el silencio interior. La atención plena nos permite aprender a salir de esta corriente y utilizarla como guía. Solemos estar preocupados por el pasado o por el futuro, huyendo del presente, con la idea de que en otro momento las cosas fueron mejores, o lo serán, y esto produce una tensión interna inconsciente. El mindfulness implica solamente parar y estar presentes, y así las cosas se simplifican, lo que permite darnos cuenta de que la vida solo se manifiesta en este instante y ser conscientes de nuestros comportamientos automáticos.

Meditar consiste en enfocarse en uno mismo al no tener que buscar afuera algo que nos llene. Para poder sentirnos en paz, la meditación puede basarse en la concentración donde la mente mantiene una atención consciente y estable en un soporte, como un objeto, imagen, sonido, concepto, o bien en la introspección, donde la atención se centra en observar, contemplar y examinar lo que sucede en nuestro cuerpo y mente. El mindfulness se basa en la concentración para lograr la introspección, la cual se puede desarrollar llevando la atención a la respiración, que con la práctica produce una calma placentera, pero debe evitarse el apego a ella. Es conectarse con la sensación de respirar, sentir el aire entrar y salir, no se refiere a respirar profundo ni sentir algo especial, solo regresar cada vez a la respiración, cuando la mente se distraiga, y en lo posible, se respira por la nariz y con respiración abdominal.

Meditar con atención plena significa cultivar una actitud sin juicio hacia lo que emerge, lo cual no evita su aparición, solo da lugar para que transcurra. Consiste en ser testigos de lo que pase por nuestra mente o por el cuerpo, y solo observarlo sabiendo que nuestros juicios son pensamientos, inevitables y restrictivos acerca de la experiencia. Los pensamientos distorsionan las experiencias con opiniones, reacciones y prejuicios, basados en un conocimiento limitado influidos por condicionamientos pasados, y cuando no las reconocemos, puede impedirnos ver con claridad creyendo que sabemos. Entonces buscamos contemplar los pensamientos y emociones como si fuera la primera vez, cultivando la confianza en nuestra capacidad de observar y reflexionar sobre la experiencia. Todo esto es simple, pero no es fácil, ya que requiere esfuerzo, entrenamiento y disciplina para controlar nuestros comportamientos automáticos.

La gente quiere meditar para relajarse, reducir el dolor y por muchas cosas más, pero nada de esto ocurre solo por meditar. Si queremos algo en especial o buscamos indicios de progreso, empezamos a dudar del camino y a preguntarnos si lo que estamos haciendo está bien. Para la meditación, todos los estados y momentos son especiales, por eso la idea es practicar, por el mero hecho de practicar y recibir cada momento como viene y trabajar con eso, con lo que está presente ahora, ya que la mejor manera de llegar a algún lugar con la meditación, es no intentar llegar. Cuando dejamos de querer que ocurra algo en especial, damos un gran paso hacia el aquí y ahora, cada vez que nos detenemos y nos sentamos a meditar, estamos cultivando la paciencia como recordatorio de que las cosas se despliegan a su propio ritmo e incluso podemos ir deprisa con paciencia, pero por elección. En la impaciencia está la energía de querer que las cosas sean de otra manera y de culpar a algo.

La atención plena puede contrarrestar la baja autoestima, ya que se parece a una realidad distorsionada por experiencias pasadas. Cuando solo vemos defectos y le damos demasiada importancia, tenemos un ego interno negativo y corremos el riesgo de no experimentarlos de forma directa mientras permanezcamos en la sombra de los condicionamientos. El mindfulness puede ayudarnos a comprender la diferencia entre pensamientos y emociones, y guiarnos a un mayor bienestar y autoestima, donde las emociones no determinan en quienes somos, solo son un estado pasajero y la confusión entre pensamiento y emociones se deriva del intento inconsciente de protegernos de las emociones, ocultándolas detrás de un pensamiento. La meditación no implica cambiar los pensamientos pensando, sino aprender a contenerlos sin involucrarlos, y hacernos menos esclavos de sus patrones comprendiendo cómo relacionarnos con ellos al meditar, sin permitir que nuestros impulsos generen acciones y comprender el espacio entre estímulo redacción para poder elegir la respuesta.

Si queremos poder manejar las reacciones en el futuro debemos reconocerlas en el presente, ya que los impulsos y pensamientos surgen y desaparecen, y al no reaccionar, podemos entender su naturaleza, sino por muy justificados, que sean afectarán nuestra vida. Al practicar frenamos el flujo de las viejas acciones y originamos el cambio. Destinar unos minuto cada día a practicar puede ser suficiente para la medicación, que tiene poco que ver con el reloj, donde cinco minutos pueden ser más profundos que cincuenta. En este sentido, lo más importante es la sinceridad del esfuerzo, ya que el tiempo son momentos sin dimensiones.

No existe una no hay postura ideal para meditar, pero sentado es lo más habitual. La postura simboliza la posición adoptada tanto física como internamente, pero también se puede meditar caminando mientras préstamos atención al paso además de a la respiración, pero lo más importante es cómo está la mente. Podemos acompañar el proceso con preguntas profundas pero sin intentar responderlas, ya que además, no sirve entender racionalmente cómo permanecer en atención plena y esperar a utilizarla solo en momentos de dificultad.

Tendemos a construir un yo a partir de lo que nos rodea y a funcionar desde allí, lo que construye nuestra mente y solo es visible por su atributos. De hecho, ni siquiera podemos saber quién es el yo que pregunta por el yo, ya que se reelabora continuamente porque su existencia no tiene una base sólida y necesita reforzarse y ser aprobada en cada momento, lo que nos lleva a buscar estabilidad interior por medio de lo exterior. Y es que no existe un yo absoluto, sino solo su proceso de construcción. Si dejamos de intentar convertirnos en algo, seremos más felices, y para ello, podemos empezar tomándonos las cosas de modo menos personal y a nosotros mismos menos seriamente, para liberarnos prensión, a reconocer y soltar cada vez el impulso, construir un yo, y dejar espacio para que las cosas sucedan.


Estrella Fernández de la Rosa.

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